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AGENCIA TEORÍA DE LA
La relación de agencia o relación principal-agente es uno de los más antiguos y comunes modos de interacción social que se conocen. Una relación de agencia surge cuando una o más personas (el principal) encarga a otra persona (el agente) realizar un determinado cometido en su nombre. Una relación de agencia entre dos individuos existe siempre que el agente es autorizado por el principal a suscribir, modificar o cancelar contratos con terceros en su nombre. Cada uno de los sujetos de una relación de agencia tiene sus propios intereses y ambos son maximizadores de utilidad. El problema del principal, como apuntó por primera vez Ross (1973), es ver si existe algún sistema de recompensas para el agente (manager o gerente) que produzca una solución Pareto-eficiente para cualquier par de funciones de utilidad del agente y el principal.
Jensen y Meckling (1976) agrupan los costes asociados a una relación de agencia en tres capítulos:
1) costes en que incurre el principal para regular la conducta del agente, con la finalidad de que las divergencias entre lo realizado por el agente y lo deseado o simplemente de él esperado sean las menores posibles (costes de control);
2) costes en que incurre el agente para garantizar al principal que en su actuación no va a desviarse de lo acordado (costes de fianza);
3) la pérdida que al principal puede causarle el agente al tomar decisiones que él no tomaría si estuviera en su lugar (pérdida residual). La teoría de la agencia es una ramificación o epígono de la economía de los costes de transacción y el enfoque contractual; la relación principal-agente es una relación contractual; los costes de agencia son también, en buena medida, costes de transacción. Dos enfoques complementarios que se desarrollaron, sin embargo, de manera independiente.
Para Alchian y Demsetz (1972) y Jensen y Meckling (1976) la empresa es una ficción legal que sirve de nexo para un conjunto de relaciones contractuales entre individuos; un conjunto de contratos entre los propietarios de los factores de la producción. Relaciones del tipo principal-agente son las que se dan hoy día con mayor profusión en todas las organizaciones económicas. Relaciones de este tipo se dan también en el propio mercado. La mayor parte de las relaciones de colaboración interempresarial, de una empresa principal con sus suministradores, sus distribuidores o sus subcontratistas, son relaciones del tipo principal-agente. Relaciones de colaboración que suelen basarse en la confianza mutua sin que exista ningún tipo de contrato formal por medio. En la teoría clásica o neoclásica el agente que representa la empresa es el empresario, el cual realiza las funciones propias de su condición de empresario y aporta capital-riesgo. En la gran empresa moderna el control está en manos de gerentes profesionales, que en su mayor parte ni siquiera son accionistas. Según el enfoque de los derechos de propiedad y la teoría de la agencia, dentro del concepto de empresa se incluyen no sólo las relaciones contractuales entre los accionistas (partícipe residual), los directivos y los trabajadores, sino también, entre otras, las relaciones con proveedores, clientes y acreedores, y de ahí que las lindes entre la empresa y el mercado resulten borrosas.
Tampoco se puede hablar, según este nuevo enfoque, de un objetivo general de la empresa, sino de los objetivos de los individuos y grupos de individuos que forman parte de la coalición, y de los conflictos que surgen entre los distintos partícipes al procurar alcanzar cada uno de ellos su propio objetivo.
Los ejecutivos o directivos asalariados son el agente de los accionistas (partícipe residual) en la gran empresa moderna. Los accionistas son por ley los propietarios de la sociedad anónima. A los gerentes se les contrata para que defiendan los intereses de los accionistas —esto es, la maximiza-ción del valor de la empresa o valor de mercado de sus accionistas— y no los suyos propios. La actuación de los gerentes no siempre camina, sin embargo, en la dirección que conviene a los intereses de los accionistas. El primer y principal objetivo de los accionistas es maximizar el beneficio por acción; o, lo que es equivalente, que el valor de mercado de sus acciones sea el mayor posible, el cual depende fundamentalmente de los dividendos que los accionistas esperan percibir en el futuro. Por otra parte, los estudios empíricos realizados ponen de manifiesto que la utilidad o satisfacción de los directivos se halla directamente relacionada con el tamaño y la tasa de crecimiento de la empresa, por razones de poder, prestigio, mayores salarios, etcétera.
La dirección de la empresa se encuentra presionada por dos fuerzas de sentido contrario a la hora de decidir el reparto del beneficio anual entre dividendos y acumulación a reservas; desde el punto de vista de la utilidad o satisfacción de los accionistas y el incremento del valor bursátil de las acciones, cuanto mayor sea la fracción de los beneficios anuales que se reparte en forma de dividendos, mejor será; por el contrario, desde el punto de vista de los intereses directoriales, cuanto mayor sea esa fracción menor será la parte del beneficio que se acumula a reservas (autofinan-ciación o financiación interna), cercenando de este modo las posibilidades de crecimiento de la empresa. Es verdad que al incrementar los dividendos y consiguientemente el precio de las acciones se facilita el acceso a la financiación externa de la empresa mediante la emisión de nuevas acciones (ampliaciones de capital), pero ello incrementa el peligro de tomas de control desde el exterior.
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