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PEQUEÑAS Y MEDIANAS EMPRESAS (PYMES)
No existe acuerdo entre los economistas sobre la variable a utilizar (volumen de ventas, número de empleados, activo total, capital propio, valor añadido, etcétera) para medir el tamaño o dimensión de las empresas, ni tampoco sobre la longitud de los tramos o intervalos en que la variable elegida debe subdividirse para calificar a una empresa de pequeña, mediana o grande. Según la terminología de la Comunidad Económica Europea (NACE, Eurostat 1970), son microem-presas las que no tienen empleado s, ni a tiempo completo ni parcial; empresas pequeñas las que tienen menos de 10 empleados; empresas medianas las que tienen entre 10 y 499 empleados; y empresas grandes las que tienen 500 o más empleados.
El hecho de que en el mundo económico de hoy los sectores más fundamentales o básicos de las economías nacionales se hallen dominados generalmente por las grandes empresas no significa, sin embargo, que las pequeñas y medianas empresas vayan a desaparecer en un futuro más o menos próximo. Todo país necesita una pirámide de tamaños empresariales: un cierto número de empresas grandes (e incluso multinacionales), más empresas medianas y muchas más empresas pequeñas. Es cierto que son las empresas grandes las que, a modo de locomotoras, tiran normalmente del resto de la economía. Pero del mismo modo que los grandes transatlánticos no han hecho desaparecer las pequeñas y medianas embarcaciones, cuyo trabajo es complementario del realizado por las grandes y le proporcionan al tráfico marítimo la flexibilidad de la que carecería sin su concurso, tampoco las grandes empresas harán desaparecer a las pequeñas y medianas. En todas aquellas actividades, como las artesanales, en las que la habilidad y destreza de los trabajadores radica su ventaja competitiva, la pequeña empresa es más idónea que la grande; lo mismo ocurre en las actividades productivas muy afectadas por la moda —como la industria de la confección— y, por tanto, de demanda muy inestable; las empresas más innovadoras ubicadas en sectores de tecnología punta suelen ser también hoy día de tamaño más bien reducido, etcétera.
La industria auxiliar se halla en su mayor parte en manos de la pequeña y mediana empresa. La gran empresa siempre deja oportunidades de inversión sin explotar debido a su falta de adaptabilidad. Las industrias del automóvil y de la radio, entre otras muchas, nacieron con empresas de tamaño más bien reducido; su tecnología cambiaba rápidamente, su mercado era incierto, los productores numerosos y dispersos; sólo cuando la tecnología y los mercados de estas industrias se consolidaron, las empresas han podido estandarizar sus métodos de producción y aumentar de tamaño. Las empresas grandes sólo convienen a determinados sectores y en determinadas fases de su evolución tecnológica.
Los estudios empíricos realizados en Europa durante los últimos años demuestran que las fusiones y absorciones de empresas no suponen necesariamente un aumento de sus tasas de rentabilidad y productividad; más bien demuestran lo contrario, a pesar del mito de las economías de escala, sobre todo en los primeros años que siguen a la fusión. El gigantismo empresarial que hoy día parece imperar en el mundo económico obedece más bien a razones de tipo comercial y financiero que a factores de tipo técnico, aunque hay muchos sectores en que por razones de tipo técnico las unidades productivas tienen que ser de gran tamaño. En favor de la supervivencia y potenciación de la pequeña y mediana empresa existe desde hace ya bastantes años un importante movimiento mundial que tiene especial arraigo en los países económicamente más desarrollados. La relación trabajo/capital es mayor generalmente en las pequeñas empresas que en las grandes, esto es, para crear un puesto de trabajo una empresa pequeña necesita invertir menos capital que una empresa grande; las pequeñas y medianas empresas responden más eficazmente a las necesidades del mercado; se adaptan mejor al cambio; son más innovadoras y en épocas de crisis encuentran demanda con mayor facilidad. Detrás de la defensa de la pequeña y mediana empresa está la defensa del orden competitivo de mercado o capitalismo concurrencial y de una más eficiente asignación de los recursos económicos. En la obra de E. F. Schu-macher, Lo pequeño es hermoso (1973), se contiene una brillante y apasionada defensa de este tipo de empresas y, a la postre, de un orden económico de mercado más humano.
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